martes, 16 de diciembre de 2014

Capítulo XV.

Capítulo XV.

Perdiendo mi religión.



Abrí los ojos gracias a una luz blanca. Cuando mi conciencia se recobró me dí cuenta de que estaba en un hospital, y no muerta. ¡Oh! Soy tan inútil. Ni siquiera pude matarme. Los médicos me veían con una expresión de lástima, ugh.

-Necesito un cigarrillo. -Fue lo primero que dije.

Resultó que mis padres cuando llegaron y me vieron en un charco de sangre, llamaron a la ambulancia. Lograron coserme los cortes y hey, aquí estoy.
Teresa y Eric estuvieron en el hospital toda la noche, se preocuparon por mí y olvidaron lo enojados que estaban. No hubo rastros de Damián. Mis padres me abrazaron y me dijeron que lo sentían y que me amaban. No di muchas explicaciones al respecto, pero de ahora en adelante tendré que ir a terapia, que es lo peor de todo. Ojalá hubiese muerto de verdad. ¿Es que nada me sale bien?

Pero... ¿Qué me pasó? Si yo era una niña cuyo color favorito era el rosa y su mayor sueño era viajar a Disney, ¿qué... sucedió? Todo era más sencillo antes. ¿Cuándo se convirtió todo en esta mierda?

-Ay, Sam, lo siento, lo siento, lo siento tanto... No tenía idea de que te sentías así, y soy tan estúpida que te dejé sola. Lo siento. ¿Podrías perdonar a esta vieja amiga? -decía Teresa entre lágrimas
-¡Claro que sí! Dejá de llorar y abrazame, vení.
-Uhm... -se escuchó la voz de Eric en el medio de nuestro abrazo- yo también lo lamento. Nunca quise llamarte puta y todas esas cosas horribles. Estaba muy molesto, Sam, yo no...
-Sh, cerrá la puta boca y vení a abrazarme.

Luego de charlar con mis padres, pedirles disculpas, abrazar a Daniela y disculparme de nuevo acordamos que el viaje a Nueva York se porpondría, ya que tenía que ir a rehabilitación y no me encontraba en la situación adecuada.

Salí del hospital dos días después. Mi terapia serían unas charlas tres veces por semana, en grupo, en un salón. Hoy era mi primer día. 
Llegué al lugar, entré y me sorprendí al darme cuenta de que la mayoría de las personas eran más pequeñas o más grandes de lo que yo era. Sólo había una chica de mi edad, que tenía el cabello completamente violeta, ojeras, ojos oscuros -casi negros-, era demasiado flaca para mi gusto, tenía buenos pechos y marcas de... ¿eso eran pinchazos? probablemente de una jeringa..... heroína. Eso era. Hmmmm siempre había querido probar esa droga, mucha gente dice que es mejor que el sexo. Debo acercarme a ella.
El grupo era de nueve personas, y había un asiento vacío, quiero creer que faltará alguien. No sabía que a esto se podía no asistir, ¡maldita sea!

-Muy bien -dijo el hombre que quiero creer que sería el líder del grupo o algo así- vamos a darle la bienvenida a dos chicas nuevas de nuestro grupo: Samantha y Amanda. Mi nombre es Christofer, pero pueden llamarme Chris.
-Sus nombres riman -dijo un chico de alrededor de doce años, y me pareció un comentario demasiado estúpido.
-Tenes razón Kevin -contestó Chris. - Chicas, ¿desean presentarse? ¿Sam?
-Uhmm.. ¿Esto es algo así como alcohólicos anónimos? ¿Yo digo "mi nombre es Samantha y todos dicen "hola Samantha"? -Dicho esto, escuché un par de risas.
-No. Sólo decí lo que quieras de vos misma, y de cómo llegaste aquí. Compartí lo que te sientas cómoda de contar. -expresó con cierto tono de fastidio en su voz.
-Está bien. Mi nombre es Samantha, tengo 17 años, intenté suicidarme. Por lo que me dijeron soy adicta a las drogas, el alcohol, y soy promiscua. -dicha la última palabra, la chica hermosa de pelo violeta se rió un poco. -Oh, y también soy bisexual. -lo dije observándola, y ella me respondió mordiéndose un labio.Oh, es tan condenadamente atractiva.
-Em... Bueno, me parece perfecto. ¿Amanda? ¿Te gustaría compartir tu historia?
-Anorexia nerviosa. Adicción a la heroína y otras drogas. Auto lesión. 19 años. -Respondió la chica del pelo violeta.
Wow. ¿Ella era Amanda?
Durante el resto de la cesión lo único que hice fue mirarla, llamar su atención, y ella lo mismo de mí. Me alegra saber que las dos estábamos buscando exactamente lo mismo. Después de todo, esto de terapia no parece tan malo.

Al salir de la clínica (la terapia se hacía allí), me dispuse a encender un cigarrillo mientras esperaba a que Amanda saliese.
-¿Me das un cigarrillo? -dijo, apareciendo detrás de mí.
-Ugh, este es el último. Pero te lo puedo compartir.
-Hmm, no, dejá. En mi auto tengo más, vení.
Y así fuimos hacia el estacionamiento que estaba completamente vacío, y por un segundo me sentí en una mala película en la cual me violarían o me robarían. Entramos en su auto, y ella sacó un paquete de Camel. Mientras fumábamos, comenzamos a charlar.
-¿Por qué te quisiste suicidar?
-Demasiada mierda junta. ¿Desde cuándo te drogás con heroína?
-Desde los 15.
-¿Crees que podrías conseguirme un poco?
-Seguramente sí. Ahora no tengo nada, dentro de unos días o la semana que viene te puedo dar.
Nuestra conversación se fue desviando, nos reíamos, fumábamos, parecía todo perfecto. Hasta que quedó sólo un cigarrillo, y yo lo agarré.
-Eh, ¡dame! -me reclamó ella.
-Si lo queres, vení a buscarlo. -me insinué.
Y cigarrillo va, cigarrillo viene, comenzamos a besarnos y a ir a los asientos de atrás. Ella se tiró encima mío y comenzó a desabrocharme el pantalón y a bajarlo, lo mismo con mi bóxer, y luego metió su cabeza -y posteriormente su lengua- allí. El automóvil se llenaba de gemidos y jadeos. Yo desabroché su camisa y lamí cada parte de su piel -y de sus hermosos pechos- que pude, mientras metía mi mano debajo de su falda. Después de quién sabe cuánto tiempo, y ya reacomodadas en el asiento de adelante, se ofreció a llevarme a mi casa y yo accedí.
-Así que... de verdad eras promiscua, ¿eh?
-Ohh, cállate. -dije entre risas- ¿y vos sos bisexual también?
-No, yo soy lesbiana.
-¿En serio? No lo parecías.
-Lo sé. Trato de esconderlo, ya sabes, los estúpidos prejuicios de la gente. Hey -dijo tratando de desviar el tema- ¿para dónde es tu casa?
-Doblás a la derecha, a media cuadra.
-Ok
Una vez que llegamos, le agradecí y me marché.
Al entrar en mi casa, me di cuenta de que estaba vacía, y había una nota en la heladera en la que mis padres decían que habían ido de compras con Daniela. Oh, claro, la prefieren a ella, no a la enferma, no a la que se intentó suicidar. Es comprensible.
Mientras iba por mi tercer vaso de Jack Daniel's, sonó mi teléfono.
-¿Hola?
-Hola Sam.
-¿Damián? -sonreí.
-Así es. Hey escuché que te intentaste suicidar, ¿Es cierto?
-Sí, pero ahora estoy perfectamente bien.
-Perdón si no fui a visitarte mientras estabas internada, no me gustaría haberte visto rodeada de médicos y máquinas y... esas cosas.
-Está bien, no hay problema. -la conversación se estaba poniendo incómoda, así que para desviarla cambié de tema- hey, ¿haces algo ahora?
-Más tarde, tengo un rato libre. ¿Querés que vaya a tu casa?
-¡Sí!
En cuestión de media hora (o menos), él estaba en mi casa. Prefería estar con cualquier persona antes que estar sola. Aunque, no era cualquier persona, ¡era Damián, y me estaba hablando y viendo! ¡Ya no me ignoraba!
-Sam, estás más hermosa que nunca. -me dijo mientras subíamos a mi habitación.
-Oh, para nada.
-Sí, aceptalo. -seguía insistiendo mientras me empujaba contra la pared y comenzaba a besarme y apretarme los pechos, y yo a bajar la cremallera de su pantalón y agacharme...