Capítulo 4

Capítulo IV

Valora lo que tienes.

"Valora lo que tienes
antes de que se te escape
Porque muchos se arrepienten
cuando ya es demasiado tarde" -Porta

Ni siquiera me fijé en la hora. Dejé mi mochila y salí corriendo al hospital. Lo único que rondaba en mi cabeza en ese momento era mi hermana.
Una vez allí dentro recorrí los pasillos. Observé a los niños pequeños en silla de ruedas y en otra sala otros niños agonizando de dolor, supongo que por alguna enfermedad. No me agrada ir a los hospitales, son muy deprimentes, los niños no merecen sufrir así, son muy pequeños...
Cuando estaba llegando a terapia intensiva, sentí una puntada en mi pecho. Recordé la última vez que estuve allí... hace tres años. Mi tía-abuela Elena, era todo para mí, y falleció en terapia intensiva por un paro cardíaco. Traté de no recordar, y seguí avanzando, afuera me estaba esperando mi mamá. Me alegré al volverla a ver, por el hecho de que la quiero demasiado y significa mucho para mi. Pero esta vez no estaba con esa sonrisita de siempre, estaba asustada, preocupada y más pálida que de costumbre. Me acerqué a ella y la saludé.
- ¿Se puede saber que sucedió con Daniela?
- Hija, tu hermana tuvo un accidente, y... - comenzó a tartamudear
- ¿Y qué? - Dije en tono amenazante
- Ella... bueno, ella está...
- Mamá no tengo tiempo, decime que demonios le sucedió.
- Está en coma - Dijo con un hilo de voz

Había quedado totalmente shockeada. Me costaba creer que mi hermana estaba en coma.
- ¿Y papá? - Le pregunté cuando logré reaccionar
- Él esta adentro con tu hermana
- ¿Te arreglaste con él?
- Bueno, yo...
Y como si hubiera pasado apropósito, en ese momento salió mi papá de la sala y se dirigió hacia nosotras.
- Hablando del rey de Roma... -Dije
- Samantha, ¿Querés ir a ver a tu hermana y nos dejás a Claudia y a mi conversar?
- Esta bien papá... ¿Cual es la sala en la que está Daniela?
- Catorce.
Entré a terapia intensiva y recorrí un pasillo buscando la puerta número catorce. Mientras la buscaba a través de las puertas abiertas podía observar a gente mayor y pequeña conectada a máquinas que le daban comida líquida, y había algunos que estaban en la misma situación que mi hermana. Hasta que encontré la habitación catorce.
La puerta estaba cerrada, así que fui girando suavemente la manija del picaporte, como si tuviera miedo de lo que me iba a enfrentar. Abrí la puerta y entré. Las paredes tenían un tono blanco gastado, y había una única ventana desde la cual se veía una ambulancia... Y sentí un deja vù. Sabía que lo había visto antes, y después de pensar me acordé que lo había visto en un sueño. Siempre me suele pasar eso de soñar con algo que luego ocurre. Me olvidé del tema y le presté atención a mi hermana: Tenía un par de bendas en el rostro y en el cuerpo, estaba conectada a una máquina y había una pantalla que indicaba los débiles latidos de su corazón. A un lado de ella había un hombre en su mismo estado, la diferencia era que él tenía más vendas, supongo que debe de ser a causa de las hematomas del accidente... ¿Pero que accidente? ¿Qué había sucedido? Supuse que esas preguntas luego me las iban a responder. Lo que me llamó la atención del hombre que estaba al lado de mi hermana era que no había nadie a su lado, ni siquiera algún familiar. Dejé de dedicarme a observarlo ya que ni siquiera sabía quién era y no me gusta juzgar,
Después de apróximadamente diez minutos, entró en la sala un médico bastante joven.
- ¿Usted es familiar de...?
- Daniela, Daniela Trein. Soy la hermana. ¿Me podría explicar que fue lo que sucedió?
- Mire, cuando Daniela volvía a su casa luego de la escuela, el autobús en el que viajaba chocó con otro, y como a esa hora los únicos que viajaban eran ella y este hombre.
- ¿Y me podría explicar su estado...?
- Daniela está estable. A pesar de ser muy pequeña, es muy fuerte y aún así su estado es mejor que el de él -señaló al hombre- Por ahora solo queda esperar a ver si ocurre un milagro.
No le hablé más, el médico salió de la habitación y me quedé sola, lamentándome, deseando que vuelva aquella niñita insoportable que me sacaba mi maquillaje y que cuando come helado puede llegar a tenerlo hasta en la frente. La necesitaba y la extrañaba, quería que vuelva. Ahí fue cuando me di cuenta de que tenía que valorarla, pero ya era demasiado tarde. Dejé correr una lágrima por mi mejilla mientras recordaba todos aquellos hermosos momentos por los que vivimos. Y ahora me había quedado sola. Sabía que cuando las personas estaban en coma podían escucharte, pero no responderte; y también en los libros había visto que cuando alguien está en coma su alma se va del cuerpo.
¿Puedes oírme?
¿Estás cerca mío?
¿Merecemos esto?Seguía susurrándole palabras al oído, tratando de generar algún cambio en ella, pero nada. Su corazón seguía latiendo débilmente en aquella pantallita como lo hacía desde el momento en el que entré a la sala.
Después de un rato entró en la sala alguien que pensé que no iba a volver a ver jamás. Aquel chico de ojos color verde esmeralda estaba ahí parado mirándome, que en efecto yo hacía lo mismo.
- ¿Que haces aquí? - Nos preguntamos al mismo tiempo.
- ¿Qué te importa? -Le respondí yo.
- Mi papá está en coma -Dijo señalando al hombre y con una expresión triste.
- Oh, lo siento... Mi hermana también esta en coma.
Eric suspiró y se dejó caer en el sillón que había.
- Si algo le llega a pasar a mi viejo no sabría que hacer.
- Te entiendo... Si algo le pasa a mi hermana me muero.
Nos quedamos un buen rato en silencio. Supongo que pensando o lamentándonos, aunque sabíamos muy bien que no era nuestra culpa. Pero, por lo menos a mi, me molestaba mucho saber el estado de Daniela y no poder hacer nada al respecto. Sobretodo no haberla valorado.
No tengo idea el tiempo que pasé ahí adentro. Ya era de noche, muy tarde, aunque no sabía muy bien que hora era. Entraron mis padres a la sala, y por lo que parecía se habían arreglado y no estaban peleando, eso me alegró un poco.
- Samantha, andá a casa. Nosotros nos vamos a quedar.
- No. Mañana falto a la escuela y me quedo con ella.
- Sam... -dijo cariñosamente mi mamá- Mañana es viernes, así que andá a la escuela y el findesemana venís, ¿Querés?
- ¿Y ustedes?
- Nosotros nos vamos a quedar acá, vamos a volver a casa para dormir y el resto del día te quedás sola y cuando querés venís.
- Esta bien...
- Yo también me voy. Mi vieja no tarda en venir y ya es tarde -Se metió en la conversación Eric- Si querés te acompaño a tu casa.
- Okay... - Dije de mala gana.
En el camino hacia mi casa no intercambiamos palabra alguna, además de que no lo conocía hace mucho y no le tengo tanta confianza.
- Bueno, es aquí
- Está bien, si necesitás algo, podés contar conmigo.
Nos pasamos nuestro celulares y nos despedimos porque ya era tarde. Sabía que no había hecho la tarea, pero tenía una muy buena excusa para la profesora de matemática. Me hice dos sándwiches, me puse el pijama y caí agotada en la cama por el cansancio.
Cuando sonó el despertador no tenía idea de donde estaba. No sé como hice para levantarme, había dormido muy poco. Me preparé para la escuela y salí sin desayunar, los viernes desayunaba con Teresa.
- Tomá, como te gusta, recién salido de el Starbucks -Me dijo Teresa mientras me tendía en la mano el café.
- Gracias... - Dije algo desanimada
- ¿Qué te sucede?
Le conté todo lo sucedido con Daniela. Ella me escuchaba atentamente, como lo hace siempre. Hablar con ella es como hablar con una psicóloga, me ayuda a descargarme, ella significa mucho para mi.
- No puedo creer lo que pasó. Sam, si necesitás algo, lo que sea, no dudes en contar conmigo. Si querés venir a casa, o si necesitás hablar con alguien no dudes en llamarme. Siempre estoy para lo que necesites
- Gracias Tere - La abrazé.
Y allí a lo lejos, antes de que entráramos a clase, podía ver la cabeza de Damián. ¿Cómo no reconocer su inconfundible cabello?