Capítulo 2

Capítulo II

Soledad.

"Nunca estarás solo, siempre te vas a tener a ti mismo" -Anónimo.

No lo podía creer. ¿Realmente se había ido? ¿Realmente nos había abandonado?
- Cariño, ella ha decidido darse un tiempo, cuando esté lista volverá. -Trató de calmarme, en vano.
- ¿Y a donde fue? ¿Con qué dinero? -Pregunté intrigada.
- Si no me equivoco a la casa de una de sus amigas, igual no te preocupes Samantha, como ya te dije, cuando esté lista, va a volver.
Me alejé de él y empezé a caminar hacia la puerta.
- ¿A donde vas?
- A tomar aire.
Abrí la puerta, salí y la cerré dando un fuerte portazo que bien me parece raro que no se hallan roto los vidrios de la puerta. Quería relajarme y pensar, así que decidí ir al Parque Central, un viejo parque que no queda muy lejos de mi casa e iba ahí cuando era pequeña.
Eran apróximadamente las tres de la tarde, no había nadie en el parque, estaba el césped con bastantes flores, y me senté en el borde de una fuente a la que iba cuando era pequeña, ya sin agua y rajada. No me pude contener, me puse a llorar. Genial, con todos los problemas que tengo mi madre decide irse de mi casa. Ahora estaba sola, no tenía nadie con quien hablar, y nisiquiera estaba Teresa para darme ánimos o un abrazo. Estaba sola.
Después de un rato - que no llego a recordar cuanto tiempo fue - sentí unos golpecito en mi hombro. Me di vuelta y era un chico masomenos de mi estatura, con cabello castaño y ojos color verde esmeralda. Me miró con una sonrisa amigable y tímida.
- ¿Qué te sucede?
- Nada que te interese - Le respondí de mala gana.
- Si no me interesara, no te estaría preguntando - Me sonrió - Dicen que si contás lo que te sucede te ayuda.
- Está bien... Hoy a la mañana mi mamá dijo que se iba a ir de mi casa y yo no le tomé importancia, cuando volví de la escuela ya no estaba - Dije sin agregar muchos detalles y aún con los ojos cristalizados.
- ¿ Y por qué pensás que se fue?
- No lo sé... -bajé la mirada- Siempre discute con mi papá.
- ¿Por qué?
- ¿Y vos quien sos para preguntarme todo esto? - Le dije de mala gana.
- Oh, lo siento, sólo queria ayudarte. - Dijo poniéndose a la defensiva
- Bueno... cuando yo los escucho discutir lo que oigo es que mi padre no quiere que mi mamá pierda tiempo leyendo poesías y libros y que haga algo importante. -Respondí a su pregunta para no comenzar a discutir con alguien que no conozco, además no estoy de ánimos para discutir.
- Oh, siento que se halla ido de tu casa...
Nos quedamos conversando durante un buen rato. Descubrimos que teníamos varias cosas en común y además es un chico muy agradable. Descubrí que vive en el mismo barrio que yo y le gusta la misma música que a mi, entre otras cosas.
- ¿Ya son las seis de la tarde? -Miré mi reloj- Lo siento, tengo que volver a mi casa. -Dije algo preocupada.
- No hay problema, algún día nos volveremos a ver. -Me dijo amablemente.
Cada uno siguió su camino, yo hacia mi casa y él... supongo que a la suya. Pero me di cuenta de un detalle muy importante.
- ¡Hey! - le grité desde lejos.
Él se dio vuelta, y me parece muy extraño que me halla alcanzado a escuchar.
- ¿Cuál es tu nombre? -Le grité
- ¡Eric! -Me respondió también gritando - ¿Y el tuyo?
- ¡Samantha!
- ¡Un gusto conocerte Sam! - Me dijo por último y luego de ahí cada uno siguió su camino.

 Cuando estaba a punto de abrir la puerta de mi "querido hogar" (si se lo puede llamar así a un lugar donde se discute todo el tiempo) escuché claramente a mi papá decir: "¿Donde se ha metido esa maldita niña?". ¿Cuándo va a entenderlo? Ya crecí, tengo 17 años y apunto de cumplir los 18, YA NO SOY UNA NIÑA.
 Entré y cerré la puerta de un portazo. Genial, ya son dos portazos en un día.
- La "maldita niña" -hize las comillas con mis dedos-  está aquí papá. - Dije y subí rápido las escaleras hasta mi cuarto.
- Samantha, esperá...
Pero no lo escuché, entré a mi cuarto y cerré la puerta, no quería que nadie me molestara. Hasta que me di cuenta de que algo me faltaba, mi lápiz labial rojo. Sólo una persona me saca siempre mi maquillaje.
- ¡Daniela! -Grité tan alto que hasta en China lo podrían haber oído.
- ¿Qu-é sucede? - Me pregunto entrando a mi habitación un poco asustada por el grito que pegué.
- Devolveme mi lápiz labial ¡Ya! -Dije muy enojada.
- Bueno... -Dijo tímidamente.
Sacó de su mano que tenía en la espalda mi lápiz labial, se lo arranqué de la mano y la heché de la habitación. Si me pidiera permiso, se lo daría, pero siempre me quita mi maquillaje y mis cosas, siempre me quita todo y no me lo devuelve a menos que se lo pida a los gritos. Esta niña es insoportable.
 Mi pabre subió a mi cuarto, pidió permiso para entrar así que le abrí la puerta y se sentó al lado mío.
- Samantha...
- ¿Qué? - Dije de mala gana.
- Sé que te molesta que esté tan pendiente de vos, pero lo hago porque te quiero, y si te sucediera algo no tengo la menor idea de qué haría. Ahora tu madre no está en la casa, por eso te pido por favor que trates de estar lo mejor posible y trates de reprimir tu malhumor. ¿Sí?

Tenía razón. Tenía la jodida razón. No podía seguir así, tan egoístamente, y es que odio cuando alguien tiene la razón, porque odio admitir mis errores. Supongo que ese será uno de mis defectos.

- Está bien papá. - Lo abrazé.
Ese día me fui a dormir sin cenar nada, cuando pierdes a tu madre lo que menos tenés es apetito. Lo único bueno es que conocí a Eris, quien supo como hacerme reír un buen rato. Me puse mis audiculares, subí el volumen, y me quedé dormida.